El Universo, Ecuador
Consumerism Defiles American Legacy of Mother's Day

By Aminta Buenano Rugel   

Translated By Paula van de Werken

May 14, 2006

Ecuador - El Universo - Original Article (Spanish)    

The enormous pain felt by North American Ana Jarvis when her mother died made her turn to the Philosopher's Stone, to transmute the energy of pain into a universal day of homage to Motherhood. But the consumer society has totally corrupted this tribute to one the most emblematic functions of the feminine principle.

As she wrote letters incessantly to politicians, senators, bishops and journalists, asking that a day to honor mothers be established, Ana Jarvis would never have imagined that the market would swallow up the sincerity and importance of her struggle, converting it into a flood of conspicuous consumption and the sound of jingling coins, as it is expressed by children toward their mothers. Referring to this, Les Luthiers ironically parodied "Money doesn't make happiness, it purchases it ready-made."

[Editor's Note: Actually, the first person to have instigated an annual Mother's day was abolitionist, social activist and poet, Julia Ward Howe, in 1870. [], Anna Jarvis, however, was the moving force that had Mother's Day declared a national holiday].

Compelled to do so by Anna, the day that President Woodrow Wilson put his signature to a proclamation that set aside the second Sunday of May to honor mothers, the trigger of the market had been pulled. Today there isn't a mother, young or old, that doesn't feel at least mild frustration if her children fail to give her a gift, however small it might be.

And she doesn't love them any less, notwithstanding that the media, the malls, and society in general would have her believe that she must receive something material this day. This goes against the grain of the maternal instinct, which is usually characterized by unconditional love. This pressure works not only on mothers, but it works perhaps even more strongly on children – or in other words, those who try to beg for her attention, time, and especially affection, with a gift.

Without doubt, Ana Jarvis esteemed the miracle of maternal love in a world besieged by useless dogma, by merciless competitors mired in a tenacious war in which hate, ambition and intolerance corrupt everything.

This (motherly) love must really contain something of the Divine, which allows it always to look upon children with a loving heart, just as, surely, God sees them. For a mother, there is no ugly, bad, or crazy child. If we listen to a mother, all of her children have something special, some rare gift, or something that makes them unique and marvelous. This unconditional love surrounds them with an aura by which, according to mothers, their children never stop being babies, even if they are bald or have grey hair. That her baby always needs her care and her protection, even if the "baby" is a security chief, is 5'9", and frightens others by sight. And through a magical process, this Executive woman or Lord of the Ring, in facing his or her mother, again becomes a child that needs hugs, kisses and attention. Even a heart of stone opens like a fan before them.

For this reason, the absence of a mother creates desolation for many; for this reason her loss is an emptiness, a void, a lack of a point of support in this crazy world. Jean Paul Sartre wrote: "The day a man loses his mother, he begins to grow old," because with her, he is the eternal child who feels unbeatable, never alone, lodged in the cradle of her all-powerful love, and humility emerges from the man who knows that he will die the same as she. For this reason, this love is a miracle when real, is an event of importance, and should be honored every day. Bersot said it better than I could: "Many marvels there are in the universe, but the masterpiece of creation is the mother's heart."

Spanish Version Below

¿Amor con amor se paga?

El enorme dolor de la norteamericana Ana Jarvis ocasionado por la muerte de su madre que la hizo querer trasmutar esa energía de dolor en la piedra filosofal de lo eterno, en un día universal que rindiera culto a una de las funciones más emblemáticas del principio femenino: la maternidad, ha sido por la sociedad de consumo totalmente desnaturalizado.

Jamás hubiera imaginado Ana Jarvis, mientras escribía e inundaba con sus cartas a políticos, senadores, obispos, periodistas pidiendo que se instituyera un día para honrar a las madres, que el mercado se tragara el verdadero sentido y significado de su lucha y lo tradujera en una cascada de ofertas de consumo que, en monedas contantes y sonantes, expresara el afecto de un hijo hacia su madre. Por algo Les Luthiers con fina ironía parodian: "El dinero no hace la felicidad, la compra hecha".

El día en que el presidente Woodrow Wilson, empujado por Ana, estampó su firma para que la segunda semana de cada mes de mayo estuviera dedicada a honrar a las madres, disparó el gatillo del mercado. Ahora no hay madre, joven o anciana, que no sienta aunque sea una ligera frustración si sus retoños no le dan un obsequio, por pequeño que sea.

Y no es que los ame menos, sino que los medios de comunicación, los centros comerciales y toda la sociedad la empujan a creer que tiene que recibir algo material en ese día, contra natura del verdadero principio materno que usualmente da amor desinteresado. Y esta presión opera no solo en las madres, sino, quizá más fuerte, en los hijos. En ellos que tratan de suplir con un regalo atención, tiempo y especialmente afecto.

Ana Jarvis sin duda pensaba en el milagro del amor materno en un mundo asediado por dogmas inútiles, por competencias despiadadas y sumidas en una guerra tenaz en que el odio, la ambición y la intolerancia lo corrompen todo.

Algo de divino en realidad debe tener este amor que hace ver a los hijos con la mirada bondadosa con que, seguramente, los ve Dios. Para una madre no hay hijo feo, malo ni tonto. Todos, si escuchamos a una madre, tienen algo especial, un rarísimo don, algo que los hace maravillosos y únicos. Ese amor incondicional los rodea de un aura por el cual, según las madres, sus hijos nunca dejan de ser unos bebés a pesar de que ya sean calvos o tengan el pelo cano. Ese bebé siempre necesita de sus cuidados, de su protección, aunque aquel sea jefe de seguridad, mida 1,80 y atemorice con su sola vista. Y por un proceso mágico esa mujer ejecutiva o ese titán del ring, frente a su madre, se convierten de nuevo en niños que necesitan de mimos, besos y atención. Y cualquier corazón de piedra se abre como un abanico ante ellas. Por eso la ausencia de una madre es desoladora para muchos, por eso su pérdida es un vacío, un desentrañamiento, la falta de un punto de apoyo en este loco mundo. Jean Paul Sartre escribió: "El día en que un hombre pierde a su madre, comienza a envejecer", porque con ella se va el niño eterno que se sentía imbatible con su madre, nunca solo, afincado a la raíz de su amor todopoderoso y emerge la humildad del hombre que sabe que va a morir igual que ella. Por eso ese amor, cuando es real, es un milagro y un acontecimiento que hay que honrar todos los días, Bersot lo dijo mejor que yo: "Muchas maravillas hay en el universo; pero la obra maestra de la creación es el corazón materno".