La Jornada, Mexico
The U.S. Strategy for Food Supremacy

The great irony is that we now import food products from the U.S. and export our work force to the U.S., which favors U.S. competitiveness and leaves us at the mercy of the ups and downs of their economy.

By Ana María Aragonés

Translated By Barbara Howe

January 23, 2007
Mexico - La Jornada - Original Article (Spanish)



A tortilla maker gathers a pile of tortillas in her shop in Mexico City,
Jan. 10. The humble tortilla is at the center if a food-firestorm. One
one of Mexico's most closely regulated commodities, it rose in
price this month from seven to ten pesos per kilo.


RealVideo[NEWSWIRE PHOTOS: Battle Over Tortillas].

Protesting tortilla rising corn prices outside the
offices of the economy secretary in Mexico City, Jan. 17.






Protest outide the offices of Mexico's Agricultural Secretary, Jan. 17.



Protester holds sign for President Calderon: 'Calderon, lower the eggs.'


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The crisis we are experiencing in regard to the rise of tortilla prices that so gravely affects the Mexican population, but more seriously affects the 20 million people who are already food-poor, is yet another manifestation of the asymmetrical and wrong-headed trade relationship between Mexico and the United States. Since the signing of the Free Trade Agreement (NAFTA) in 1994, a great many voices have called attention to the problems that could arise. These include that the Treaty would neither achieve a reduction in migration (the central argument of Salinas de Gotari RealVideo) nor would it permit us to overcome our subordinate position in relation to the United States, since in economic terms, Mexico was not on an equal footing with its neighbor. Lamentably, time has proven these voices to be right. For their part, the U.S. visualized quite clearly that a form of domination could be achieved over other countries by achieving crop-growing supremacy. And Mexico entered that game losing food self-sufficiency, with all the grave effects that this has brought.

To achieve these objectives, since the end of the 1980s the United States began a major restructuring of its agricultural and the meat sectors (chicken, pork, turkey). They began to monopolize agriculture and concentrated the available land into fewer and fewer hands. The meat industry went through a similar restructuring. These enterprises were moved from urban regions toward much more rural areas where the State offered a whole series of subsidies, eliminating workers who enjoyed a good wage, to be replaced by Mexican and Central American migrants who work under precarious labor conditions at very low wages. On a grand scale, they incorporated the use of undocumented workers who now comprise between 60 and 70 percent of the U.S. agriculture work force. This allows these industries to be competitive and confront the food-producing industries of the European Union, India and Asia.

A few figures will give us an idea of the reach of the U.S. strategy and of our own passive response. According to the U.S. Department of Agriculture, in 1994 the United States exported $4,586,861 in agricultural products to Mexico; in 2006 their exports to Mexico had reached $9,851,896 (a 114.7 percent increase).

Until the beginning of 2000, our country was the fourth largest exporter of chicken in the world, but we have been losing ground, because exports from our neighbor [the U.S.] to Mexico of chicken and related products like eggs and turkey have increased from $254,659,000 in 1994 to $468,137,000 in 2006 (an 83.8 percent increase).

Some figures that should serve to put into perspective what is now taking place with corn is that in 1995, the United States exported $1,014,022 of corn to Mexico, which in 2006 increased to $2,581,484 (an increase of 154.6 percent).

For the United States to achieve this practically hegemonic position has required foreign workers, and to transform them into a reserve industrial army in their home countries by making it possible for them to migrate [north], which has devastating effects on Mexican farming. The great irony of all this is that we now import food products and export our work force, which favors U.S. competitiveness and leaves us at the mercy of the ups and downs of their economy.

Given this situation, it is simply horrific that the Mexican government has decided to import grains that we supposedly lack from "wherever" (meaning the U.S.) and increase the price of tortillas without penalizing the big monopolies (such as Cargill), further deepening our dependency.

It's fundamental that Mexico reorient its economic policy, mainly in the agricultural sector, because if we continue as an underdeveloped country we will never reach self-sufficiency and our migrants will continue to feed the insatiable labor market of our neighbor to the north.

Spanish Version Below

Sin maíz, más migración

Ana María Aragonés

2007/01/23

La crisis que se está viviendo en relación con el alza del precios de la tortilla, que afecta gravemente a la población mexicana en general, pero sobre todo a los 20 millones que ya se encuentran en pobreza alimentaria, es una manifestación más de la asimétrica y equivocada relación comercial que vincula a México con Estados Unidos. Desde la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC), en 1994, gran cantidad de voces llamaron la atención acerca de los problemas que podrían surgir, pues ni se iba a lograr la disminución de la migración ­argumento central de Salinas de Gortari para tratar de convencer de sus virtudes­ ni nos permitiría superar nuestra relación de subordinación, ya que México no estaba en condiciones económicas, productivas ni competitivas para vincularse con su vecino. Lamentablemente el tiempo ha dado la razón a todas esas voces. Por su parte, Estados Unidos visualizó con bastante claridad que una forma de dominio sobre los demás países se logra mediante la supremacía agroalimentaria. Y México entró a ese juego perdiendo autosuficiencia alimentaria con los gravísimos efectos que esto trae.

Para lograr esos objetivos, desde finales de los años 80 Estados Unidos dio inicio a una importante restructuración productiva en sectores tales como la agricultura y la industria de la carne (pollo, cerdo, pavo). Se fueron acaparando y concentrando las tierras que pasaron cada vez a menos manos. Y las industrias de la carne vivieron un proceso similar de fusiones. Se trasladaron de las áreas urbanas hacia regiones mucho más rurales, donde el Estado les ofreció toda una serie de apoyos, despidieron a todos los trabajadores que gozaban de buen salario, estaban sindicalizados y comenzaron la contratación de trabajadores migrantes mexicanos y centroamericanos bajo condiciones laborales precarias y con muy bajos salarios. Se fueron incorporando en forma casi masiva trabajadores indocumentados, quienes alcanzan en estos momentos entre 60 y 70 por ciento de la fuerza de trabajo empleada en la agricultura. Esto permitió a estas industrias ser cada vez más competitivas y enfrentar en el comercio agroalimentario a la Unión Europea, India y a otros países asiáticos.

Algunos datos nos darán una idea del alcance de la estrategia estadunidense y de nuestra respuesta tan pasiva. De acuerdo con el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, en 1994 éste había exportado a México 4 mil 586 millones 861 mil dólares en productos agrícolas; en 2006 sus exportaciones habían alcanzado 9 mil 851 millones 896 mil dólares (114.7 por ciento) .

Nuestro país era hasta principios del año 2000 el cuarto exportador mundial de pollo, pero ha ido perdiendo presencia, pues las exportaciones del vecino a México con pollo y otros productos relacionados como huevo y pavo, aumentaron de 254 millones 659 mil dólares en 1994 a 468 millones 137 mil dólares para el año 2006 (83.8 por ciento).

Y unos datos que hay que poner en la perspectiva de lo que ahora nos está sucediendo con el maíz es que en relación con el sector de granos Estados Unidos exportó a México mil 14 millones 22 mil dólares en 1995, que en 2006 se incrementó a 2 mil 581 millones 484 mil dólares (154.6 por ciento).

Para alcanzar esta posición prácticamente hegemónica ha requerido de los trabajadores extranjeros, y para ello había que convertirlos en ejército industrial de reserva en sus países a fin de que estuvieran en posibilidad de migrar, lo que se logró devastando el campo mexicano. La gran ironía es que ahora importamos los productos alimentarios y exportamos a nuestra fuerza de trabajo, que de esta forma favorece la competitividad de Estados Unidos y nos subordina cada vez más a los vaivenes de su economía.

Dada esta situación, simplemente horroriza que ahora el gobierno mexicano haya decidido importar, "de donde sea", es decir, de Estados Unidos, los granos que supuestamente nos hacen falta y aumentar el precio de la tortilla sin exigir ni penalizar a los grandes acaparadores entre los que se encuentra Cargill, profundizando aún más nuestra dependencia.

Es fundamental que México reoriente su política económica, sobre todo en el rubro alimentario, pues en tanto no se logre la autosuficiencia seguiremos siendo un país subdesarrollado y nuestros migrantes seguirán alimentando el insaciable mercado laboral del vecino del norte.

amaragones@gmail.com